miércoles, 19 de enero de 2011

Libertad

En ese momento cesaron los gritos, la joven mujer yacía en su lecho de muerte bañada por un charco de roja sangre. Al final del callejón una silueta femenina se desvanecía entre sombras de miedo y tinieblas.

Dolores era una mujer joven de 19 años, rubia, alta, con unos ojos rasgados, que confiaban a su cara un resplandor verdoso. Su cuerpo era una obra maestra, repleto de curvas que provocaban la envidia de sus amigas y la rabia de las que no lo eran tanto. Su carácter daba calor a los fríos días de invierno, y alumbraba las noches más oscuras. Su simpatía no tenía par, y su risa dejaba el canto de cualquier pájaro en no más de un chirrido.

Roberto, dada su condición masculina, se sentía atraído por ella. Su cuerpo moreno de mastodonte, sus ojos hundidos, sus labios gruesos, su melena salvaje... todo contribuía a darle facilidades en sus líos amorosos... ¿Que necesitaba mas que eso?
Él no era amigo de la conversación. Tenía muy claro que no necesitaba a nadie para sentirse feliz... no podía permitir que nadie tuviese el poder suficiente para mangonearle. Solo Roberto era dueño de la vida de Roberto.

Dolores y él salían juntos en el mismo grupo pero entre ellos no había nada salvo alguna mirada distraída.
Un día mientras tomaban unas copas en la discoteca Roberto derramó su ron cola sobre el magnífico vestido de Dolores y a diferencia de lo que hubiera hecho cualquier chico, él ni tartamudeó ni habló con boca seca, simplemente argumentó que no había sido culpa suya ya que ella se había movido muy rápido cerca de él. A dolores le chocó esta forma de reaccionar ya que todos los hombres habrían corrido a disculparse y limpiarle el vestido. Este fue el comienzo de una gran amistad que acabó en romance. Roberto se convirtió en el chico al que todos envidian. Eran la pareja ideal.
Con el paso del tiempo, al acabar ella la carrera de veterinaria, se fueron a vivir a una casa con un dinero que Roberto tenía ahorrado desde que comenzó a trabajar.

Dolores volvía de su clínica veterinaria conduciendo bajo la lluviosa noche, dejó su coche aparcado en el garaje y subió a casa. En la entrada le esperaba una alfombra de pétalos de rosa que conducía hasta su habitación. Una nueva sorpresa al entrar en ella, velas rodeando la cama, pétalos sobre el edredón y en ese instante sonaba la canción que a ellos mas les gustaba, su canción, "Vetusta Morla - Maldita Dulzura (Acústico)" cuando entró en la habitación Roberto la estaba esperando con un anillo en la mano derecha y una rosa en la izquierda, no le hizo falta hablar para que dolores se lanzara a besarlo y a decirle que se casarían, esa noche fue inolvidable, sus cuerpos sudorosos y ansiosos hicieron el amor durante horas com si no fueran capaces de saciarse nunca.

Tras unos largos preparativos, todo estaba listo, se casarían el 8 de abril en la sala de plenos del ayuntamiento. Los dos esperaban ansiosos ese día, ella tardó semanas en el elegir el vestido, un vestido sencillo, blanco y con una cola muy corta, el ramo tardó otras tantas semanas en elegirlo.
Al fin llegó el día, Roberto esperaba a que Dolores llegara, parecía que se estaba retrasando, pero al fin apareció. Parecía mas guapa y espectacular que nunca, la boda transcurrió durante una hora. Esa noche los novios embarcaron camino de Tailandia, donde pasarían su luna de miel, todo fue perfecto.

A la vuelta del viaje volvieron a su casa y retomaron la rutina que habían dejando atrás durante una semana.
Los días pasaban y todo era igual, nada cambiaba y la relación comenzaba a ser monótona. Un día durante la cena Dolores sacó el tema, discutieron mucho. Roberto comenzó a inculparle gritándole y de un momento a otro solo se oían insultos saliendo de las cuerdas vocales, Roberto muy alterado se levantó y dio un gran golpe con su puño sobre la fina cara de Dolores que no puedo evitar recibir aquel golpe, en ese momento a Dolores se le pasaron por la cabeza cientos de imágenes de momentos que había vivido con Roberto y pensó que ese no era el hombre del que una vez se enamoró. Tras pegarle aquel golpe a Dolores Roberto se levantó y se fue dando un portazo. Dolores pensó en denunciar pero no lo hizo por causa que solo ella conocía.
A la mañana siguiente Dolores despertó con un fuerte dolor de cabeza y la cara hinchada a causa del golpe, cuando se levantó de la cama, Roberto entró por la puerta y le dijo que se arrepentía, que cambiaría, que no volvería ha hacer aquello de lo que parecía que se avergonzaba, Dolores cegada por sus sentimiento quiso creerlo y lo perdonó.

Todo parecía volver a la normalidad, pero un día en que Roberto salió con sus amigos todo se volvió gris otra vez, Roberto llegó entró borracho a casa dando un portazo que hizo retumbar la casa, sus ojos miraban a dolores y parecían tirarle cuchillas ardientes, cargó su puño y avanzó hacia Dolores, ella se arrinconaba en un lado del salón intimidada por la corpulencia de Roberto, cuando el estuvo cerca levanto su brazo y canalizó toda su rabia a través de aquel puñetazo, pero esta vez no bastó con el puñetazo si no que comenzó a patearla entre gritos de "puta", "zorra" y todo un extra de insultos. Dolores despertó como si hubiera tenido un combate de boxeo la noche antes, pero lamentablemente los dolores procedían de la rabia de su marido., cuando se pudo incorporar, lo primero que hizo fue ir a comisaría a denunciar lo sucedido.

Se celebró un juicio al que Roberto ni asistió y lo único que consiguió fue una orden de alejamiento que de poco servía y una indemnización que ella no quería.
Tras el juicio Dolores fue agredida sucesivas veces por el que ya era su ex-marido. Sobre él caían ya tres denuncias que de nada servían.

La noche se cerraba en el horizonte y Dolores preparaba su cena cuando alguien entró en su casa, era Roberto y parecía enfadado y no muy de acuerdo con la última denuncia de Dolores, esta vez embistió contra ella como un ariete de guerra, la tiró al suelo y comenzó a golpearla con puños y codos, Dolores miró a a su derecha y vio el cuchillo con el que estaba cocinando, lo cogió firmemente y con un movimiento rápido seccionó el cuello de Roberto con un corte limpio que hizo que la sangre saliera a borbotones convirtiendo la cocina en un gran baño de sangre. Dolores se levantó, empuñó aquel cuchillo y comenzó a caminar con pasos entrecortados hacia la puerta de casa, bajó las escaleras del edificio y salió a la calle bañada por la lluvia de aquella tormentosa noche, cuando llegó al callejón de la parte trasera de su casa paró en seco y permaneció unos instantes parada mirando al suelo con su melena rubia empapada cubriendo su rostro, movió su brazo hacia arriba dejando inmóvil el resto de su cuerpo y de repente levantó la cabeza gritó "¡Roberto!" y hundió el cuchillo en su pecho perdiendo la vida en aquel instante y en ese momento cesaron los gritos, la joven mujer yacía en su lecho de muerte bañada por un charco de roja sangre. Al final del callejón una silueta femenina se desvanecía entre sombras de miedo y tinieblas. Dolores cambió su nombre por Libertad y al fin fue libre.


PD: Gracias a Reincidentes por inspirarme para este relato.

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